Tributo al amor

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Tributo al amor.

Por: Janet Sinaí Aguilar Rodríguez

Parte l

Bienvenido a mi propio infierno el cual logras convertir en edén en pocos segundos, querías una heroína ¿no es cierto? que te salvara de la rutina pero la única heroína que vas a encontrar en mí, es la que recorre mis venas y me hace sentir el éxtasis de seguir viva.

Curiosamente me has vuelto una aficionada a la líneas, no me mal entiendas, quizás me lleve sangrando la nariz 2 días seguidos, pero no he dejado de pronunciar aquellas líneas escritas en la biblia que aprendí cuando solía rezar con mi madre de niña.

Estoy preocupada por ti, y no sé cuánto tiempo más puedas mantenerme encerrada en este motel barato al que llamamos dulce hogar.

Nunca pedí un príncipe azul, pero puedo conformarme con tus moretones color cielo que en ocasiones se tornan verdes como pantanos profundos, en los cuales me hundo cuando estoy a punto de estallar.

Vas por ahí dándotelas de rey lagarto, cuando yo misma sé que estás en el apogeo de tu eterna decadencia, pero esas cicatrices te quedan bien, en fin, ha llegado mi turno de contar la historia, nuestra historia.

Parte ll

En mi defensa el día que te conocí no estaba tan consciente del todo, aunque conociéndote bien, creo firmemente que tú tampoco.

Te acercaste a pedirme un cigarro y no te lo negué, yo estaba sentada compartiendo los mejores momentos al lado de mi soledad en el auto que le pedí prestado gentilmente a una anciana 2 millas atrás.

Sorprendentemente accedió a dármelo rápido, tanto que tuve que mostrarle mi revolver una sola vez, el día pintaba excelente, hasta que un sujeto se acercó para pedirme el último cigarro que guarde secretamente en mi media.

Y ahí estabas tú, dándotelas de chico malo sin pensar en todos los problemas a los que estabas a punto de consagrarte en cuerpo y alma.

Entonces fue como si todo se detuviera otra vez, como si nuestra risa cobrara densidad ocultando la complicidad a la que no nos hemos podido resistir y nunca estuvimos tan cerca el uno del otro, logrando romper aquella barrera de la prudencia que nos mantuvo separados tal como lo hicieron en aquel tiempo en Berlín.

Parte lll

Ideamos el plan perfecto, en 30 minutos para ser exactos, dos completos desequilibrados en búsqueda de su trascendencia, como los nuevos Bonnie y Clyde, aunque con más amor que interés de por medio.

Amor, qué palabra tan más compleja y fatalista, pero ese es el veneno del cual todos deseamos beber con exclusividad alguna vez en la vida.

Me noqueaste mejor que cualquier chute de caballo, no juré en vano desde entonces ser tu junkie, esperando que me compartieras aquella sustancia tan nociva para ambos, que se volvió necesaria después del primer beso.

Parte IV

Los eternos amantes que después de dos atracos a las tiendas más cercanas, iban en camino al desierto sin ningún motivo en concreto.

La ceremonia que llevamos a cabo al anochecer en la arena solo nos sirvió como recordatorio, ambos sabíamos que estábamos destinados.

El gélido manto de las estrellas nos arropó, cuando decidimos casarnos espiritualmente como solían hacerlo los nativos, tomando el sentido de pertenencia de manera única.

Parte V

Sin dejar de lado el estricto plan con el cual nos regíamos, al amanecer manejamos de manera recta, realizando breves paradas para tomarnos fotos, haciendo uso de la única cámara que poseíamos hasta esos momentos, nuestras ventanas del alma: los ojos.

Decidimos ir a celebrar a lo que yo llamaría luna de hiel, a las cataratas del Niagara, no había mejor sitio, ese era el indicado.

Parte VI

Durante nuestra estancia en las cataratas del Niágara, un asalto a la tienda de recuerdos salió mal, y el único souvenir que me lleve fue tu cuerpo ensangrentado.

Conduje como maniática, temía por tu vida, por nuestras vidas que ahora estaban entrelazadas, hasta que nos internamos en el bosque.

Recuerdo que aún tenía dinero suficiente para que rentáramos una cabaña aledaña a la zona, pero estabas paranoico, solo me dijiste que me quitara del volante, que me llevarías a un lugar más seguro.

Así es como llegamos a este motel de mala muerte, me diste un beso en la frente y salimos en busca de ayuda para cocerte la herida.

Parte VII

Ahora dime ¿cómo puedo yo suturarme la mía, si me has dejado un hueco en el alma? hace días que saliste a esa jungla de asfalto en busca de dinero y no tengo pista alguna de ti, y es entonces que caigo en cuenta, mi abuelo tenía razón al decir que si el cielo quiere salvar a un hombre le enviará amor, por eso me tienes a mí, ahora más que nunca sé que deseo comenzar de nuevo, volver a sentirme completa, amar realmente por primera vez, tener la casa, el bebé, el perro, ser la familia que siempre necesitaste tener y no podría hacerlo con nadie que no fueras tú.

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Tributo al amor
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