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La pequeña Luna y su gran descubrimiento (Cuento infantil)

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Desde que Luna tenía memoria, soñaba con tener un gato. Le encantaba ver videos de gatitos jugando, acariciando suavemente el aire como si ya estuviera tocando el pelaje suave de su futuro amigo. Pero cada vez que le pedía uno a su mamá, ella le respondía lo mismo:

—Cuidar un animal es una gran responsabilidad, Luna. No solo es jugar con él, también es asegurarnos de que esté sano y feliz.

Luna escuchaba, pero en su corazón sabía que, si tuviera la oportunidad, cuidaría a su gatito con todo su amor.

Una tarde, mientras caminaba por las calles del barrio con su papá, sintió un sonido muy suave. Un pequeño maullido que parecía un susurro. Se detuvo y miró alrededor.

—¿Escuchaste eso? —preguntó a su papá.

Él frunció el ceño y agudizó el oído. Entonces lo vieron: un gatito temblando bajo un coche, con los ojos grandes y asustados.

—Papá, ¡tenemos que ayudarlo! —dijo Luna, preocupada.

El gatito estaba sucio y su pelaje enredado. Se veía flaco, como si no hubiera comido en días. Luna sintió que su corazón latía fuerte.

Su papá asintió y, con mucho cuidado, sacó al gatito de debajo del coche. Luna envolvió al pequeño en su suéter y juntos fueron al veterinario.

El doctor los atendió de inmediato y les explicó que el gatito necesitaba comida, agua y mucho descanso.

—Es un buen gesto ayudarlo —les dijo con una sonrisa—. Pero recuerden que si deciden quedárselo, deberán cuidarlo con dedicación.

Cuando llegaron a casa, Luna le preparó una camita con mantas suaves y le puso un plato de agua y comida. El gatito primero desconfió, pero poco a poco comenzó a comer y, cuando terminó, miró a Luna con los ojos llenos de gratitud.

Los días pasaron y el gatito, al que Luna llamó Pelusa, empezó a ronronear cada vez que ella lo acariciaba. Jugaban juntos con una pelota de lana y él trepaba los muebles con agilidad.

Una noche, mientras Luna lo acariciaba, su mamá entró en la habitación y observó la escena con una sonrisa.

—Has hecho un gran trabajo cuidándolo —dijo—. Pero recuerda, los animales no son juguetes. Ellos dependen de nosotros para estar seguros y felices. Si estás lista para seguir siendo su amiga y cuidarlo con amor y compromiso, Pelusa puede quedarse con nosotros.

Luna sintió una felicidad enorme. Sabía que tenía razón. Un animal no es solo para jugar, sino para proteger, amar y respetar.

Desde aquel día, Pelusa fue parte de la familia, y Luna nunca dejó de aprender sobre el cuidado de los animales.

La pequeña Luna y su gran descubrimiento (Cuento infanti)

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