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Los alimentos deben ser un bien común que permitan una buena salud

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Los alimentos deben ser un bien común que permitan una buena salud.

En México hay distintas opciones con criterios de sustentabilidad como los mercados alternativos y tianguis, colectivos organizados en comprar y vender en tiendas, atrios de iglesias, jardines de casas, comercializar canastas de verduras, frutas y otros insumos, aseguró la profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Dulce María Espinosa de la Mora.

Son diferentes formas que la gente encuentra para organizarse y obtener la alimentación que integra esos criterios de la sostenibilidad y más. Si seguimos trabajando de forma hormiga, como se hace con estas iniciativas, probablemente logremos que sea una acción que puedan disfrutar las futuras generaciones, afirmó la universitaria.

A su vez, Liza María Covantes Torres, fundadora del Colectivo Zacahuitzco, dijo que pequeñas opciones que van de lo local como las redes alimentarias alternativas, la milpa y las chinampas, por ejemplo, podrían significar sumatorias para lograr la autosuficiencia regional o nacional; sin embargo, reconoció que son múltiples los retos para lograr ese objetivo.

Sostuvo que la red alimentaria alternativa de la que es integrante está constituida por familias para producir, consumir e intercambiar alimentos producidos de manera sustentable en la Ciudad de México, destacó que la organización tiene el objetivo de que estos productos sean un bien común que permita tener salud, armonía y un intercambio justo para evitar que se consideren “una mercancía cualquiera”.

Durante el Seminario Permanente de Agricultura, Alimentación y Sostenibilidad, “Redes de alimentación sostenible”, apuntó que a partir de esa experiencia se ha trabajado en la adaptación de la agricultura al cambio climático de manera sostenible. Se busca modificar “una realidad muy triste del país como la salud alimentaria de gran parte de la población que se encuentra en situación de mala nutrición y de enfermedades asociadas a la alimentación”.

Diabetes y enfermedades cardiovasculares constituyen las primeras causas de muerte en el país y tienen origen en la forma en que la gente se alimenta. Este fenómeno se desarrolló con el cambio de políticas que motivaron la firma del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.

En consecuencia, en nuestra nación comenzó la venta de alimentos ultraprocesados que implican la adición de moléculas sintéticas y cuyas materias primas provienen de sistemas agrícolas industriales que utilizan agroquímicos en sus procesos, y que son perjudiciales para la salud de productores y consumidores, apuntó al participar en el encuentro organizado por el Programa Universitario de Alimentación Sostenible, inaugurado por María Elena Trujillo Ortega, coordinadora de la entidad universitaria.

La forma en que se elaboran, enfatizó, motivó a un grupo de familias urbanas interesadas en tener acceso a alimentos saludables provenientes de productores de pequeña escala, a formar un colectivo para ejercer su derecho a una alimentación adecuada, a la salud y a un ambiente sano.

“Durante estos siete años hemos generado un consumo responsable bajo principios de sustentabilidad en sus dimensiones social, económica, ambiental y cultural. Además, hemos apelado a la solidaridad y al trabajo cooperativo, pues mantener esta iniciativa implica mucho trabajo”, abundó

Para la subsistencia del Colectivo Zacahuitzco, detalló, se concretaron alianzas y acuerdo de responsabilidad compartida entre productores, transformadores (campesinos periurbanos de pequeña escala) y familias urbanas intentando actuar fuera de los esquemas del mercado capitalista; ejercicio realizado con productores de la milpa tradicional y con familias campesinas de chinampas de Xochimilco.

Sistemas sostenibles

De acuerdo con Dulce María Espinosa de la Mora, actualmente las empresas agroalimentarias son una realidad, reutilizan los productos no vendidos y capacitan a personas en situación de precariedad para construir cadenas de valor más justas.

Existen supermercados y cooperativas ciudadanas que permiten a los más vulnerables acceder a productos de calidad en las grandes urbes, y algunas otras opciones que son una realidad, por ejemplo los comedores populares, hospitales, casas para adultos mayores y restaurantes que se abastecen localmente creando nuevas salidas para los pequeños campesinos, de quienes hace referencia el movimiento de la ecología política a nivel mundial, expuso.

Escala regional, los transformadores y distribuidores comparten medios de transporte y almacenamiento, organizándose en torno a proyectos alimentarios colectivos basados en la confianza mutua. “Esto ya existe, ya no es un sueño, existe en el territorio”.

Asimismo, hay investigadores y universidades que acompañan a estos proyectos, rurales y urbanos, encaminados a la solución de los desafíos que enfrentan. Estas opciones abrieron el camino a sistemas alimentarios más sostenibles atendiendo las necesidades de consumidores y productores que respetan el medio ambiente.

Estas propuestas están basadas, particularmente, en la presencia de los circuitos cortos agroalimentarios que surgieron a finales del siglo XX con movimientos de mercados solidarios y consumo alternativo, bajo la premisa de cuidar a las personas y a la Tierra, ser económicamente viables y generar empleos.

Surgieron en países como Japón, Suiza y Estados Unidos, por ejemplo. “Probablemente esa sea una de las explicaciones para entender por qué en el primer mundo es donde encontramos la primera presencia de estos circuitos agroalimentarios”.

Con información de UNAM.

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