La ceremonia

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La ceremonia

Carlos Alberto Fernández López /Luxavant Studio

Al tomarlo con sus pequeñas manos para observarlo más de cerca, no tuvo miedo al notar su arrugada piel, ni su hocico que abría con una amplia mueca, el ser lanzaba un chillido agudo, su pequeño cuerpo sangraba profusamente manchando el trajecito color blanco y negro que portaba. Al parecer algún animal salvaje, quizá un zorro, lo había tomado desprevenido dejándolo moribundo a mitad del camino que lleva a la villa. Era una suerte que Brigitte lo hubieran encontrado o quizá no, pues, aunque lo llevó al rio para lavar y poner unas hojitas de árbol sobre sus lesiones, la criatura murió después de hacer una amplia exhalación.

Brigitte no tuvo más remedio que confeccionar una mortaja con un trozo de tela que arrancó de su vestido, después cavó un agujero en el patio del jardín de su casa al pie de un ciruelo, para hacer un funeral apropiado para él; no eran amigos ni nada, bien lo pudo haber dejado en aquel lugar para que se pudriera lentamente, como hacían los demás niños de la villa cuando mataban con sus resorteras a los pájaros que se cruzaban por su camino, regresando cada día para observar cómo se descomponían sus víctimas hasta quedar en los huesos.

Sin embargo, la niña intuía que eso no era correcto o por lo menos no era el trato que había observado cuando su abuelo murió hace algunos meses, por ese motivo, invitó a sus amigos conejo, ardilla, pato y lobo blanco para que la acompañaran en aquel ritual, colocándolos de dos en dos en las orillas de la tumba improvisada.

La pequeña juntó sus manos y lanzó una plegaria en voz alta para que todos los asistentes pudieran escuchar, pidiéndole a Dios que acogiera en el cielo al pequeño ente. Después, utilizando sus manos cubrió de tierra el hueco, depositando un ramo de margaritas arrancadas del mismo jardín y al final colocó una cruz armada con dos ramas recogidas de los alrededores.

El deseo

La pequeña volvió al río para seguir jugando hasta que el sol comenzó a esconderse, señal que era hora de volver a casa, al llegar su padre la recibió con un abrazo y le preparó la cena mientras que la niña colocaba a sus amigos en la cama arropándolos. Lobo blanco no quería dormir, así que Brigitte le contó una historia, hasta que su querido amigo cerro los ojos.

En medio de la noche la niña despertó, la luz de la luna caía muy clara sobre la habitación, revelando una sombrita que se movía rápidamente frente a su cama, podría tratarse del señor ratón pensó, no obstante, aquello montó rápidamente hasta ponerse sobre su pecho, era la entidad, al parecer había revivido, Brigitte se enderezó hasta quedar sentada, rodeando al ser con sus manos.

-Así que no has muerto, le preguntó la pequeña.
-Si he muerto, pero tu compasión me ha traído a la vida nuevamente. Cuando un ser de mi clase recibe un gesto de bondad, tiene el deber de regresar del descaso eterno para otorgarle un deseo a su benefactora o benefactor, aunque después vuelva a morir.

¿Entonces?, escuchó Brigitte, ¿que quieres que te conceda?, exclamó el ser.

La pequeña sin pensarlo mucho le pidió al ente que le consiguiera una mamá para que su padre no estuviera tan solo.

La madre había muerto de una extraña enfermedad en la sangre al año de haber parido a la pequeña, desde entonces su padre se había encargado de ella, sin volver a enamorarse de nadie más. De eso ya habían pasado cerca de 7 años y aunque el hombre trataba de crear una atmosfera agradable en el hogar con juegos y lecturas de cuentos, Brigitte notaba que a pesar de que su padre siempre tenía una sonrisa para ella, sus ojos reflejaban una expresión de nostalgia, por eso no dudó en el deseo.

El ente sacó de su pantalón una flauta y comenzó a tocar una melodía, la niña cayó inmediatamente dormida.

Al día siguiente, Brigitte fue al colegio y por la tarde volvió al bosque para seguir con sus juegos, había olvidado su encuentro con la entidad, como si nunca hubiera pasado, como si fuera un sueño de los que olvidas al despertar por la mañana, de esos que solo te dejan una sensación de tristeza o alegría en el cuerpo.

El cielo estaba despejado, el río reflejaba los rayos del sol, mientras caminaba por el por la orilla observó una figura entre la maleza a unos metros adelante.

Apresuró el paso y descubrió a una bella mujer recostada enfundada en un vestido largo que le daba un aspecto de gitana, sus muñecas estaban cubiertas de pulseras, de sus orejas colgaban grandes arracadas, en el cuello portaba una cadenita con una pequeña cruz, al parecer se encontraba en un profundo sueño.

La niña se recostó en el pecho de la mujer abrazándola, podía escuchar el latido de su corazón y sentir el calor que provenía de su cuerpo, al igual que la respiración sobre su cabeza.

Brigitte antes de quedar dormida pronunció unas palabras…
Eres tú…

La ceremonia
Ilustración Máximo Preciado

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