El jade entre los olmecas.
La jadeíta, una piedra más dura que el metal de la cual no hay vestigios en México, sino hasta el Valle del Motagua, en Guatemala, fue traída a Arroyo Pesquero (Veracruz) y La Venta (Tabasco) por los olmecas y transformada en máscaras, hachas y esculturas portátiles que los convirtieron en verdaderos artistas, los únicos de Mesoamérica en trabajarla a niveles excepcionales.
Conferencia El jade entre los olmecas, en el marco de la Cumbre Olmeca
Así lo expuso el jefe del Departamento de Análisis Arqueométricos del Museo de Antropología de Xalapa, Henri Noel Bernard Medina, durante la conferencia «El jade entre los olmecas», en el marco de la Cumbre Olmeca, donde agradeció a la Secretaría de Turismo y Cultura (SECTUR) el espacio que ha permitido pasar de conversatorios entre investigadores al diálogo con la población de la zona donde floreció la Cultura Madre.
“No todas las piedras verdes son jade, ni todos los jades son verdes”, dijo al mostrar figurillas que pasan por tonos blancos, amarillos, rosas y negros, “y los olmecas lo sabían”.
El valor histórico de la Cultura Madre
Fuentes etnográficas afirman que eran muy valoradas, relacionadas con la fertilidad, lo perenne y la vida, portadas exclusivamente por personas de alto rango, siendo un emblema de poder y a la vez una ofrenda auténtica de la que hay registro también en El Manatí, cerca de Hidalgotitlán.
Tales indicios datan del periodo entre 1750 y 1600 antes de Cristo, con piezas de gran calidad, bien pulidas y terminadas, “y entre más antiguas mejor trabajadas”, como el caso de siete máscaras halladas entre Las Choapas y Agua Dulce, específicamente en Arroyo Pesquero, por el joven Mariano Gallegos en 1969, dos de las cuales son de jadeíta, aunque una contiene onfacita.
La obra maestra es de un blanco verdoso claro y está en el Museo de Antropología de la capital veracruzana, de un solo bloque, única en Mesoamérica; ni mayas ni teotihuacanos lograron esa pericia acontecida alrededor del año 900, “y al ser la talla en jade muy complicada por su dureza, otorga un respeto mayor a los olmecas por ser auténticos artistas”.
Otra piedra usada por esta cultura fue la serpentina, más blanda y fácil de moldear, relató en torno a la llamada Ofrenda 4 de La Venta, conocida por 16 figuras antropomorfas, de las cuales 13 son de dicho mineral, una de zoisita, una de diorita y una de jadeíta.
También explicó los rasgos del Señor de San Martín Pajapan, cuyo tocado se asemeja a las hachas votivas y junto con los ojos almendrados está la denominada boca jaguar.
“Cuando llegaron los europeos, los olmecas ya no estaban, pues existieron entre el 1800 y 400 a. C., sin saberse de ellos hasta finales del Siglo XIX”, mencionó tras hablar del diseño escultórico distintivo de otras culturas y por el cual el estadounidense Marshall Howard Saville lo denominó olmeca, después de algunos estudios sobre la gente país del hule (Olmeca Uixtotin).
El arqueólogo agregó que en San Lorenzo también hay indicios del trabajo con piedras verdes, pero la perfección se logró entre el 900 y 400, como lo han comprobado las pruebas modernas de arqueometría en las piezas de Arroyo Pesquero y El Manatí, a 600 kilómetros de la única fuente de jadeíta que significó un traslado de 3 mil años de antigüedad desde el Motagua.
Al término de la ponencia, el titular de la SECTUR, Iván Francisco Martínez Olvera, entregó el reconocimiento del Gobierno de Veracruz al doctor Bernard Medina, agradeciendo la aportación que acercó el valor histórico de la Cultura Madre al público presente en el Domo Zaragoza de Ixhuatlán del Sureste, en un esfuerzo sin precedentes que prioriza el turismo académico.
Con información de veracruz.gob
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