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Papel y tinta: la vigilia eterna del libro impreso

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Por: Arturo Solano

Las pantallas no han logrado lo que muchos anticipaban: el ocaso del libro impreso. Lejos de ser un relicario del pasado, el papel perdura porque transforma la lectura en un acto sensorial. El peso del volumen en las manos, el sonido de las páginas al pasar, la tinta que deja rastros en los dedos. Este 23 de abril, Internacional del Libro, celebramos un objeto que resiste no por obstinación, sino porque sigue siendo insustituible.

La magia tangible: ¿Por qué el papel sigue vigente?

Mientras las pantallas dominan el consumo de información, el libro físico ofrece algo que los bytes no pueden replicar: presencia. Estudios como los publicados en Journal of Vision (2023) revelan que la lectura en papel reduce la fatiga visual hasta un 30% y mejora la retención de información. Pero más allá de la ciencia, está la experiencia: subrayar un párrafo, doblar la esquina de una página favorita o encontrar una flor seca olvidada entre las hojas son gestos que convierten al libro en un objeto personal, casi biográfico.

Incluso los nativos digitales alternan entre e-books y ediciones impresas, porque cada formato cumple una función distinta: lo digital para la practicidad, lo impreso para la profundidad.

Papel y tinta: la vigilia eterna del libro impreso

Cifras que desmienten el ocaso del papel

Contrario a los pronósticos apocalípticos, el libro impreso goza de buena salud. En México, el 60% de los libros vendidos en 2024 fueron físicos, según la Cámara Nacional de la Industria Editorial. Las ferias literarias también confirman este renacimiento: la FIL Guadalajara 2024 batió récords con 857,000 visitantes, superando cifras prepandemia.

Otro fenómeno al alza son las ediciones de bolsillo, cuyas ventas crecieron un 9% gracias a su equilibrio entre portabilidad y precio accesible. Estos números no mienten: la tinta sigue corriendo, y los lectores, aunque naveguen en lo digital, regresan al papel como quien vuelve a casa.

El coleccionismo moderno: libros con huella

El coleccionista contemporáneo ya no es solo aquel que atesora primeras ediciones en libreros de roble. Hoy, se trata de quien busca ediciones risográficas en talleres locales, rescata fanzines en mercados de pulgas o compra novedades en la librería de barrio. Cada libro se convierte en una pieza única, un testimonio de un lugar, un momento o un encuentro.

Una biblioteca personal ya no es solo un depósito de conocimientos, sino un mapa afectivo: los lomos gastados, las dedicatorias escritas a mano y los tickets de compra guardados como marcapáginas cuentan historias paralelas a las impresas en sus páginas.

Un acto de resistencia: cómo mantener viva la tradición

El futuro puede ser digital, pero el libro impreso sigue siendo un acto de resistencia cultural. Para celebrarlo, te proponemos un gesto sencillo: visita una librería independiente, elige un autor local y pide que sellen tu compra en la primera página. Ese pequeño ritual convierte un objeto en un recuerdo y, al mismo tiempo, sostiene a editores, impresores y libreros que mantienen viva esta cadena artesanal.

El libro como refugio portátil

El libro impreso no compite con la inmediatez de lo digital; ofrece algo más valioso: una pausa. En sus páginas, el tiempo se desacelera, las distracciones se silencian y la lectura se vuelve un diálogo íntimo entre lector y texto. Este 23 de abril, celebremos ese objeto que, incluso en la era del metaverso, sigue siendo un faro de humanidad.

Papel y tinta: la vigilia eterna del libro impreso

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