Por: Ana Valeria Izozorbe
Xalapa, Ver.— Los años 90 fueron una década de rupturas radicales, donde el arte se convirtió en un campo de batalla entre lo institucional y lo underground. Movimientos como el grunge, el posmodernismo y el arte urbano, sembraron semillas que hoy germinan en expresiones contemporáneas. Pero, ¿su presencia actual es solo nostalgia , o una influencia viva que sigue moldeando la forma en que creamos y consumimos cultura?
Grunge: La belleza de lo roto
Con bandas como Nirvana, Pearl Jam y Soundgarden, el grunge fue más que un género musical: fue una estética de resistencia. Sus mangas rotas, y sus carteles fotocopiados, construyeron un lenguaje visual que rechazaba el brillo artificial de los 80. Hoy, esa estética resurge en la moda streetwear (con marcas como Supreme o Vetements homenajeando sus siluetas oversize), en la fotografía digital (con filtros que imitan el grano de las cámaras analógicas) y hasta en la cultura maker, donde lo artesanal y lo imperfecto se valoran como actos de autenticidad.
Posmodernismo: El juego infinito de las referencias
Si los 80 fueron la exaltación del exceso, los 90 enterraron la idea de «originalidad» bajo capas de ironía y apropiación. Artistas como Cindy Sherman (con sus autorretratos como clichés cinematográficos), Jeff Koons (convirtiendo lo kitsch en arte alto) o Barbara Kruger (jugando con eslóganes publicitarios) demostraron que todo es un remix. Hoy, esa filosofía domina la cultura digital: los memes, el sampling en la música, incluso las series que reviven los 90 con una mirada autoconsciente.
Arte Urbano: De la calle a las galerías
Los 90 también vieron el surgimiento del arte urbano como una fuerza cultural imparable. Figuras como Banksy (aunque su identidad sigue siendo un misterio) y Shepard Fairey (creador del icónico cartel «Hope» de Obama) comenzaron a desafiar los límites entre el vandalismo y el arte institucional.
Los 90 como espejo del presente
Más que una década, los 90 fueron un estado de ánimo: la contradicción entre el pesimismo («No future») y la esperanza («Smells Like Teen Spirit»). Hoy, cuando el arte se debate entre el algoritmo y la autenticidad, entre lo global y lo local, los 90 nos recuerdan que las rupturas culturales nunca son limpias. Son caóticas, se comercializan, pero también abren espacios para voces nuevas.
En Xalapa, esa herencia se respira en lo DIY de los músicos independientes, en la mezcla de técnicas tradicionales y digitales de los artistas visuales, incluso en la moda vintage que puebla los cafés del centro. Los 90 no murieron: se reinventan en cada generación que descubre que el arte, al final, sigue siendo un grito contra el silencio.
¿Ustedes cómo viven esta herencia? ¿Como nostalgia o como un lenguaje vivo?
TE PUEDE INTERESAR: Fotografía contemporánea: entre lo digital y lo analógico https://revistatuk.com/cultura/fotografia-contemporanea-entre-lo-digital-y-lo-analogico/
¡SÍGUENOS EN REDES!