POR: NANCY G. NIEVA
El fisiólogo Karl Ewald desarrolló una teoría sobre el sistema visual del ser humano, misma que funcionaría a partir de un proceso de oposición de colores, esta teoría investigaba las funciones del ojo y notó que hay ciertas combinaciones de colores que nunca vemos, así que a partir de esta observación, propuso la teoría del proceso oponente.
En esta teoría establecía que percibimos el color en términos de extremos opuestos del espectro: rojo a verde, amarillo a azul y blanco a negro.
Mientras que otras teorías de la visión del color explicaban cómo el ojo procesa el color, la teoría del proceso del oponente nos explicaba cómo lo procesa el cerebro.
Años después, los psicólogos norteamericanos John D. Corbit y Richard Solomon, a este último se le considera como uno de los psicólogos más importantes de la historia y pionero de la psicología social, área en la que centró sus investigaciones ya que desarrolló el llamado experimento de conformidad, con el fin de averiguar si somos capaces de plegar nuestra opinión a la de la mayoría, demostrando a través de sus investigaciones que las personas podemos modificar nuestra respuesta dependiendo de la opinión que tengan aquellos que nos rodean.
Así que al aplicar esta teoría del proceso a la mente sostuvo que la emoción provoca un estímulo que con el paso del tiempo, acaba por convertirse en una emoción totalmente opuesta a la primera.
Salomón propone 3 principios fundamentales en esta teoría, los cuales son: Contraste afectivo, adaptación y abstinencia afectivas.
Planteando así que nuestro cerebro tiende a buscar el equilibrio emocional, ¿de qué manera?, pues neutralizando y corrigiendo nuestras emociones.
De esta forma nuestro cerebro cuando recibe el estímulo de una emoción intensa, su respuesta es corregir esa emoción dando lugar a un estímulo emocional corrector totalmente opuesto.
Vínculos emocionales y la teoría oponente
Cuando empezamos a crear un vínculo emocional, aparece una emoción inicial, y es aquí donde empiezan a ocurrir muchos cambios en nuestra mente, afectando de manera fisiológica nuestro cuerpo, esto se debe a que cuando llegamos a tener un vínculo emocional con un ser ya sea de nuestra misma especie o no, con un trabajo u otra situación, se ponen en marcha una serie de neurotransmisores capaces de cambiar nuestra química cerebral.
Este nuevo vínculo genera nuevas neuronas en nuestro cerebro, así, nuestra red de receptores y neurotransmisores llamados dopamina, norepinefrina y serotonina, empiezan a generarnos esa fuente de motivación, entusiasmo y energía los cuales harán que nos enamoremos, amemos y veamos como especial y único este nuevo vínculo emocional, creando así nuestras “moléculas de felicidad”.
Mismas que se producen en el interior de las neuronas dopaminérgicas, esta es una zona del tallo cerebral llamada área tegmental ventral.
Es entonces cuando el vínculo se crea al ser fomentado por la oxitocina relacionada con lo agradable del contacto físico, y la vasopresina, la cual nos hace sentirnos seguros.
¿Qué pasa cuando tenemos la ausencia de ese vínculo afectivo durante el duelo?
Pues empieza en nuestro cerebro el llamado proceso oponente al enfrentarnos a su ausencia, comenzando así un “estímulo corrector”.
Este estímulo corrector da paso a las emociones opuestas y empezamos a sentir esa descompensación del estímulo inicial quedando solo el opuesto mismo que se intensifica de acuerdo con la intensidad del estímulo inicial experimentando así tristeza, irritabilidad y todas las emociones involucradas en un duelo.
Ya que una ausencia inevitable le acompaña un proceso de reacomodación de nuestro cerebro para recuperar el equilibrio.
La teoría del proceso opuesto es una propuesta que busca explicar cómo cambian nuestras emociones y evolucionan durante las etapas de un duelo
En este contexto, el proceso opuesto es fundamental para comprender cómo experimentamos y gestionamos las emociones.
Durante el proceso del duelo al sentir la ausencia de ese vínculo emocional empezamos a experimentar emociones negativas intensas, puede ser la negación de la ausencia, el coraje, la culpa, la impotencia entre otros y nuestro cuerpo y mente inician una serie de procesos que buscan regular la intensidad emocional y retornar a un estado neutral.
Por tanto, cuando experimentamos felicidad intensa, es probable que luego experimentemos una sensación de melancolía o nostalgia.
De manera similar, si experimentamos tristeza profunda, es posible que después experimentemos una emoción de alivio o de mayor control emocional.
Implicaciones
La teoría del proceso opuesto tiene implicaciones importantes en el ámbito del bienestar emocional y la salud mental.
Nos muestra que nuestras emociones no son estáticas y que tienden a fluctuar a lo largo del tiempo.
Nos invita a comprender que las emociones contrarias a una experiencia emocional intensa no son necesariamente indicadores de una contradicción interna o de una incoherencia emocional, sino que forman parte de un proceso psicológico natural.
Comprender esta teoría nos ayuda a comprender mejor nuestros estados emocionales y promover un mayor bienestar emocional.
Una vez pasado el camino del duelo nada vuelve a ser lo mismo, habremos evolucionado y transformado nuestros pensamientos y emociones llegando a un equilibrio más resiliente.
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