Por: Nancy García Nieva
LA PÉRDIDA DE UN HIJO
Cuando somos padres y nos enfrentamos a la pérdida de un hijo ya nada vuelve a ser lo mismo.
Nadie está preparado para la pérdida de un ser querido y mucho menos, como padres, para la pérdida de un hijo, incluso aunque ya tengamos una muerte anunciada por alguna enfermedad terminal.
La muerte de un hijo, en ocasiones, pareciera que va en contra de la naturaleza humana, pues según nuestras creencias, cultura o experiencias de vida, la muerte debería llegar en primer lugar a nosotros como individuos debido a nuestra edad, a nuestro comportamiento o estatus.
En mi experiencia de vida he escuchado frases que, por tan conocidas, se tornan trilladas; pues ¿quién no ha escuchado o pronunciado frases que dicen?: “si era apenas un niño”, “tenía toda una vida por delante” “ningún padre debería enterrar a sus hijos” o frases como “era tan buena persona”, “con tanto dinero y se murió”.
ACLARANDO
En primer lugar, aclaremos que la muerte es parte de nuestro ciclo vital, y negarla sería negar nuestra propia existencia.
No hay una ley que nos indique cuánto debemos vivir, ya que cada uno de nosotros vive el tiempo que nos corresponde. La elección se encuentra en la manera en que elegimos vivir nuestra propia existencia.
Al enfrentarnos a la pérdida de un hijo ya sea que falleciera dentro del vientre materno, que sea neonato, niño, adolescente, joven o maduro nos enfrentamos a una realidad de la cual parece imposible podernos recuperar, marcando un antes y un después en nuestra historia.
DUELO ESPECIAL
En este tipo de duelos que considero como “especiales”, influyen muchos factores ya que se experimenta de forma distinta en la madre o en el padre, poniendo también en duda nuestra propia personalidad e identificación del “yo” debido a que el valor que tenemos como padres está dado por la vida de un hijo.
Esta pérdida es muy significativa y afecta el equilibrio personal y familiar.
Si tenemos más hijos se puede llegar inconscientemente a tomar sustitutos del hijo fallecido.
La capacidad de nosotros como padres de sincerarnos con nuestros hijos dará paso a que ellos también se sinceren con nosotros, ya que la pérdida no es solo nuestra, ellos perdieron a un hermano, los abuelos a un nieto y así sucesivamente.
COMPARTIENDO NUESTRAS EMOCIONES.
Cuando tenemos más de un hijo y uno de ellos fallece debemos compartir nuestras emociones con nuestros hijos, esto les ayudará a formar parte de la situación y así poder establecer un duelo sano. Es importante que recuerdes que un hijo no suple a otro.
Cuando sufrimos esta pérdida hay muchos ciclos que debemos de cerrar, cada padre termina su duelo cuando con amor se produce la restitución del hijo amado.
Ten presente que su pérdida no significa olvido, al contrario, aprendiendo a dejar ir ese dolor podremos apreciar todo su amor y recuerdos a través de las enseñanzas y lecciones de vida que nos ha dejado su partida.
Encontrando los motivos suficientes para seguir adelante, honrando su memoria mediante nuestra felicidad, sintiendo tranquilidad en nuestro corazón.
También es importante buscar la ayuda de un profesional para poder desarrollar habilidades nuevas y así hacer frente a nuestra nueva realidad.
Y un día, cuando menos lo esperes, volverás a sonreír.
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