Por: Alexa Yoali García Arroyo
No quiero alejar a los que amo,
quiero enaltecer mi amor
porque así me han enseñado.
porque así lo entiendo.
Mi amor espera alumbrar con sus cantos
todas las esquinas sollozantes,
quiere ser parte de cada baile
donde se hace la dicha y los cuerpos.
Y sentir, siempre
como quien recién descubre los ojos,
la vida en la multitud
de sus cabellos, de las palabras y de las manos.
Por eso lo meto por todos lados,
donde no cabe y se pierde,
Donde sobra, se ahoga
o aquí, donde sangra.
Porque Mi amor quiere ser la solución a las disputas,
busca en la protesta una voz propia,
en la desgracia, un auxilio,
y en los cansados, el aliento.
En las manos sostenidas pregunta por la fuerza,
y en los ánimos avivados, por lo que llaman vigor.
Mi amor ambiciona volar cual pez
Y nadar cual águila.
Quiere entender lo que no puede
Y probar lo que no sabe.
Ansía morir por alguien, vivir por alguien.
Busca arrancarse y entregarse em demostración de su vocación.
Pero Mi amor se abraza a cualquier sombra
Y se hace uno con el desvanecimiento de la tarde.
Ha sido besado,
y apenas el roce se manifestó en asfixia,
porque lo estrujan si cesar todos los que lo poseen.
Lo ven pasar y procuran capturarlo,
vislumbran de lejos, en un espejismo, su gran valor;
portan interés ante su estima
y prometen con diligencia cuidarlo.
Pero Mi amor no sabe permanecer.
Aunque tuvo dueños de nombre,
y de lo más cálidos brazos ha hecho refugio;
aunque con su pasión desató la inspiración ajena
y concibió en su canto la melodía más pulcra de los pájaros;
aunque encontró belleza en las palabras yacientes del olvido
y levantó todas las sombras sometidas ante el crepúsculo,
no aprende a permanecer.
Porque Mi amor lastima a los que ama,
no puede amarlos si no lo hace.
Los conmuta, los aparta
para abrir otras puertas.
Después los acecha,
y se lamenta y se reconcilia.
Y se va a seguir,
a crear otros mundos,
a conocer otros rincones
donde temer a otras noches.
Porque tiene un campo donde planta su sosiego,
y un montón de soles de cariño
que lo alumbran en las madrugadas pálidas.
Pero también lo asusta la luz.
Y en vez de flores ve huesos,
donde pasa el río sangre,
y no ve un suave manto que se extiende
astisba en él los gritos del viento.
Entonces Mi amor llora, llora y llora,
porque se siente y se siente solo.
Mi amor grita, grita y grita,
porque no se escucha y nadie lo escucha.
Mi amor huye, huye y huye,
porque no puede permanecer.
Porque la culminación del tiempo se estremece bajo sus pies,
y escucha las voces salientes del retoño abierto,
las risas de las que no es parte,
la complicidad de la que es víctima,
y el brusco acecho de la soledad.
Entonces corre,
corre como si morir sentado o morir corriendo
volviera menos pesada la sangre.
Regresa a su crisálida,
a la zanja en su alma
que él mismo ahondó para esconderse,
que él mismo siempre desocupa cuando se llena,
del que exturpa todo anuncio de cambio,
o que se le vacía y se derrama
mientras huye y abandona.
Cuando inevitablemente aleja
a los que su corazón blancuzco, suave, incauto
determina amar.
Entonces, con la misma brusquedad con que lo ostento,
sabiéndolo tan previsto como ineludible,
lo abrazo y lo ciño
en un sollozo,
semejante a un canto,
que nunca termina.
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